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De profesión: bióloga marina de campo

¿Sabéis lo que es tener un sueño? Todos hemos tenido uno de esos, estoy completamente segura de ello, y la diferencia entre los que lo cumplen y los que no suele ser abismal. Hay quien dice que, generalmente, los sueños sólo los cumplen personas con posibilidades económicas de hacerlos realidad, hay quienes opinan que los cumplen sólo los más perseverantes, otros la gente con suerte y hay quien opina que los sueños no se cumplen nunca. Sea como sea yo tengo una opinión diferente a todas las anteriores.

Hace unos días estuve presente en una conversación entre mi hermana y mi sobrina por pura casualidad. La niña, que tiene ahora 16 años, adora el mar, pero no como quien adora un hobby o quien tiene aires de grandeza pensando que puede convertirse en un surfista y vivir en Maui surcando las olas, no, ella quiere estudiar biología marina y quiere trabajar en el mar, quiere ser una investigadora de campo y quiere navegar por todos los océanos.

Visto como un sueño puede parecer complicado pero no lo es tanto si lo vemos como un oficio. Todo empezó cuando, hace una semana, leímos una noticia sobre cinco mujeres que cruzan a vela el océano Atlántico después de vencer al cáncer. Se trata del Reto Pelayo Vida 2016, en el que cinco mujeres que han superado el cáncer de mama navegarán desde el puerto de Valencia hasta La Martinica en un velero de 22 metros de eslora para demostrar que nada es imposible.

Mi sobrina, una apasionada del mar, leyó la noticia emocionada animando a Marian, Yolanda, Patricia, Susana y Carmen, las protagonistas del resto, a cumplir el recorrido y llegar hasta el final de la aventura. Sin embargo, su madre que es mi hermana, cogió de un puñado a su hija (metafóricamente) y la bajó de un plumazo a la tierra diciéndole que esas chicas han tenido la desgracia de padecer un cáncer y la suerte de que alguien haya creído en su aventura y haya promocionado su viaje porque, de lo contrario, jamás habrían podido hacer ese viaje.

De la nube al suelo de un plumazo

La conversación derivó en un montón de sueños que escapaban de los ojos de mi sobrina mientras su madre le decía que ella podía estudiar lo que quisiera, pero que olvidara eso de surcar los mares a bordo de un barco con un equipo de investigación porque eso era un sueño inalcanzable, empezando por el hecho de que ellos no tenían dinero para costearle a la niña los cursos que necesita para saber navegar.

Yo tampoco es que sea rica pero me molestó tanto que mi hermana hundiera a mi sobrina de aquella manera que al día siguiente, a pesar del consiguiente enfado que iba a ganarme, llegué a casa de mi hermana de nuevo con la web de esta academia de preparación de titulaciones náuticas y le dije: elije un curso, que la tía te lo paga.

Después de aquello mi hermana dejó de hablarme durante 5 días y mi sobrina se abrazó a mi cuello y eligió el PER, patrón de recreo. Una tarde, tras muchos intentos fallidos por mi parte, conseguí hablar con mi hermana y tras hacerle ver que entendía su miedo ante la imposibilidad de cumplir los sueños de su hija le ayudé a entender que si no lo intenta nunca podrá perdonárselo y, al final, el verano que viene mi sobrina será la nueva alumna de Nautimar, la escuela náutica de Madrid, y  después de ese primer curso tendrá que ponerse a trabajar para sacarse los restantes: uno cada verano o cada dos veranos, dependiendo del dinero que consiga. Y así hasta que acabe el grado de biología marina y se enfrente a la posibilidad de cumplir sus sueños desde abajo, poco a poco, pero con muchas ganas.

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