Una mañana después de haber corrido mi amiga y yo nuestro footing cotidiano, sudando la gota gorda y sedienta le pedí que por favor me diera un vaso de agua. Ángela me hizo entonces pasar y me lo sirvió con un cubito de hielo. ¡Me supo a gloria! Le pregunté que qué marca de agua compraba. Sonrío y me dijo que en su casa ya no se compraba agua embotellada desde hacía siglos y que la que tomaban era la del dispensador de agua Phileo de la empresa Agualife, que tenía en su cocina. Éste había sido instalado a la red general de agua sencillamente y sin más nada, ya que no hacía falta obrar para instalarlo. Su marido y ella se habían cansado un día de gastar tanto dinero en algo tan necesario y vital como el agua y habían optado por este sistema de purificación casi perfecto del agua.
Siguió explicándome que el proceso de depuración se realizaba al instante en el interior del dispensador de agua. Que ésta era en efecto purificada gracias a un proceso de filtrado de seis etapas que pasaba por una placa de separación centralizada para que no pasaran las impurezas y ser más tarde sometida a la esterilización por rayos ultravioletas que aniquilaban las bacterias y los virus que pudiera contener el agua. En cuanto a los materiales, todos eran certificados NSF (Fundación Nacional de Salubridad) y FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos), con lo cual eran absolutamente seguros y el agua era apta para el consumo humano además de tener un buen sabor –no como pasa a veces con el agua del grifo que tiene un ligero gusto a cloro o a producto químico–.
“Bebía” con atención sus palabras ya que a menudo mi esposo y yo nos habíamos cuestionado sobre la necesidad o no de tomar agua en botella. Además a mí ¡tanto plástico así porque sí me molestaba cada vez más! Pues no sé si lo sabréis pero el plástico tarda en degradarse entre un centenar y mil años, en cuanto a una vulgar botella de plástico, ésta puede tardar unos quinientos años en descomponerse, y si está enterrada ¡este tiempo se prolonga aún más! Pues la mayoría de las botellas están hechas de un plástico llamado polietileno tereftalato (PET) muy resistente, por lo cual su descomposición es sumamente lenta y larga en el tiempo. Si seguíamos actuando de tal manera, tarde o temprano nos cargaríamos el planeta. Nuestra Madre Naturaleza no se merecía semejante trato… Ese día decidí que ya era hora de tomar una decisión al respecto.
En cuanto llegué a casa se la sometí a mi esposo. Lo de instalar un dispensador de agua me parecía ser una solución saludable y económica a la vez que contribuíamos a la reducción de las terribles emisiones de CO2 a la atmósfera. También ello nos permitiría reducir el uso de envases de plástico no biodegradables. De esa manera protegeríamos al medio ambiente, porque cuidar de nuestro hábitat me parecía fundamental y urgente para el bien de todos. Mi marido estaba de acuerdo con todo lo que decía, con lo cual llamamos a la empresa Agualife para coger cita lo antes posible.
A día de hoy, al igual que mi amiga Ángela, tenemos en casa un dispensador de agua. Eso nos permite ahorrar bastante dinero cada mes y al año. Pero lo que de verdad nos complace, es el de contribuir a nuestra manera, aunque sólo sea una gotita de agua en el inmenso océano, a la preservación del medio ambiente…